8 de julio de 2019

VAK - La banda de Paris

Zeuhl y una pizca de jazz rock con rock progresivo de los 70 en estructuras rítmicas complejas, la música...siempre se mantiene melódica.


La genialidad musical de la nueva generación del Zeuhl francés

VAK - 'Budo' 
(22 junio 2018, Century Media)

VAK - Budo

por César Inca Mendoza

Hoy toca el turno de la banda francesa y su disco “Budo”, el cual fue publicado a inicios de setiembre del pasado año 2018 por vía del sello Soleil Zeuhl. La alineación de VAK se centra actualmente en el cuarteto de la cantante Aurélie Saintecroix, el teclista Alexandre Michaan, el guitarrista-bajista Joël Crouzet y el baterista Vladimir Mejstelman. Se trata del segundo trabajo de larga duración de este grupo cuyo álbum de debut, titulado “Aedividea” y publicado en el año 2015, tenía al grupo operando con el formato de sexteto. Ahora Crouzet amplía sus funciones añadiendo el rol de guitarrista al que ya tenía como bajista; además, renunciando al flautista permanente con el que el grupo contaba entonces, ahora el cuarteto nuclear se hace acompañar ocasionalmente por la flautista Nora Froger (para el tema #3) y el saxofonista Michaël Havard (en el tema #1). El último ítem del disco cuenta con la participación del guitarrista Hyder Aga. La concisión de la conformación actual de VAK hace que su sonido sea un poco menos lleno que el expuesto en sus grabaciones precedentes, pero también es un adecuado impulso para elaborar nuevos recursos de exuberancia sonora y atmósferas envolventes dentro de su particular manera de revitalizar la vía del Zeuhl. De hecho, se nota, en líneas generales, que el canto se resalta más dentro de los armazones melódicos diseñados para cada pieza, así como un renovado vigor en la labor de la dupla rítmica y una prestancia más acabada en la presencia de los teclados. La palabra que da título al álbum hace referencia al conocimiento técnico de las artes marciales japonesas contemporáneas, así como al conjunto de normas éticas para sus practicantes. Michaan se hizo cargo del diseño gráfico del disco mientras que el bien cotizado ingeniero de sonido Udi Koomran se hizo cargo de la masterización del nuevo material grabado. Bueno, veamos ahora los detalles del repertorio contenido en “Budo”, ¿vale?

Durando casi 27 ½ minutos y constando de tres partes (la tercera incluso porta el título autónomo de ‘Un Grand Sommeil Noir’), la pieza homónima se explaya en una primera instancia a través de un groove llamativo cuya gracilidad esencial queda rectamente exhibida por el impoluto pulso de la batería y los colores que aporta el bajo. El piano eléctrico es el elemento cómplice de la batería mientras el canto femenino añade un colorido especial al desarrollo temático, no tanto para proyectar una luminosidad sino más bien para enfatizar la combinación de sortilegio y misterio que está diseñada para la pieza en cuestión. Poco antes de llegar a la frontera del séptimo minuto, el bloque instrumental realiza un viraje hacia una ambientación de expectativa sustentada sobre una compleja parsimonia rítmica. es como si los instrumentistas estuviesen replanteando las cosas y, en efecto, cuando vuelven a encauzar un groove llamativo, se nota un aumento en las vibraciones neuróticas así como un talante un poco más oscurantista. El papel que tienen ahora los teclados se luce más pues tiene a su cargo desahogar y expandir todos los potenciales espacios de ebullición neurótica sobre los que la nueva energía sónica del ensamble siembre sus semillas expresionistas; también son de gran apoyo los aportes de los saxofones alto y sopranino, siendo así que el grupo cuenta con suficiente motivación para motivar una sólida reconstrucción del paradigma de ESKATON y del patrón de los primeros discos de ZAO. Alrededor de la frontera de los 17 minutos y medio, todo se detiene para un sereno interludio de piano eléctrico y voz donde lo reflexivo reemplaza a lo neurótico. Lo que se hace aquí es preparar, a paso razonablemente lento, el terreno para el arrido de la tercera y última parte de ‘Budo’, cuya atmósfera se centra en un parsimonioso dramatismo que parece propio de un destino trágico que se asume con entereza y carácter calmo. Los parcos acordes del piano eléctrico dirigen con su conciso pulso de hierro la arquitectura armónica de esta sección, siendo así que en algún momento dado la batería realiza un breve solo al estilo del free-jazz antes de aterrizar en un mutis definitivo. El piano sigue adelante, dejando que el hálito crepuscular deje pasar los últimos vestigios de sus afluentes hacia el mar de la nada. ¡Qué gran pieza de inicio para el álbum!

‘Hquark’ también es un tema de largo aliento con sus 23 minutos y segundos de duración: también está explícitamente dividido en varias partes, esta vez, cuatro. La primera parte se revela como un embrollo tétrico donde la imponente atmósfera grisácea exhibe abiertamente sus aires de inquietud y zozobra. El carácter descoyuntado de las interacciones instrumentales refuerzan esta aura fantasmal. Ya para la segunda parte, el grupo cambia drásticamente de estrategia para ofrecer una serie de juegos estructurados con grooves jazz-progresivos diversos que se van sucediendo; así las cosas, ahora la terrorífico deja de ser objeto de contemplación para erigirse en impulso para una majestuosa celebración organizada por un aquelarre de visionarios del lado oscuro del Universo. Cuando el jolgorio siniestro se desmiembra, se prepara el arribo de la tercera y más breve parte de la pieza. Ésta se refugia durante la mayor parte de su desarrollo temático bajo un nimbo contemplativo pero en sus últimas instancias se impulsa hacia un crescendo que retoma los aires extrovertidos de la parte precedente, llevándolos finalmente a un clímax psicodélico arrollador. La cuarta y última parte regresa a la estrategia de iniciar las cosas con un tenor relajado y sobrio, siendo así que lo sombrío deja de ser terrorífico para tornarse sugerente. Aquí se da un nuevo momento para la elaboración de grooves y cadencias de inspiración jazzera (esto nos remite no solo a los primeros discos de ZAO sino también al primero de POTEMKINE), y eso significa que el grupo está dispuesto a gestar otro fabuloso crescendo. Los solos de sintetizador y de canto se acoplan al swing elaborado por la dupla rítmica mientras instauran sus propios recursos de intensidad expresiva.

Los últimos 8 minutos y pico del repertorio están ocupados por ‘Au Fond Des Creuses’ (IV: Mejstelman)’. Este tema recibe mucho de los momentos más joviales de las dos monumentales piezas precedentes en su propio espíritu particular, lo cual lo convierta en el ítem menos oscuro del disco. Los aportes de la flauta y el propio canto femenino realzan el talante predominantemente lírico que se emana desde los armazones de los teclados; lo más denso propiamente dicho está en manos de la dupla rítmica, tanto en lo referente al sonido distorsionado del bajo como a las variaciones de groove que desarrolla la batería. Para el último minuto, el etéreo dueto de piano eléctrico y voz nos obsequia un retrato sonoro de la melancolía. Bueno, esto es todo lo que nos ofrece en “Budo”, un disco que reafirma a VAK como una entidad importante para la preservación de las vertientes más vanguardistas del rock progresivo de hoy en día. Este grupo forma parte del destacamento de primera fila para la nueva generación del Zeuhl francés y este disco nos ha dejado con ganas de más: ojalá el grupo no tarde mucho en publicar sus próximas obras, mientras tanto, declaramos a “Budo” como una de las obras progresivas más notables que Europa dio al mundo en el pasado año 2018

 

La Historia previa -

VAK

Rock progresivo / Zeuhl / Rock experimental

VAK comenzó en 2008, iniciada por un batería (Vladimir Mejstelman, ex Grand Cerf, Laab Asi Ji Sui) y una cantante (Aurélie SainteCroix) nutriendose del rock de los años 70,  especialmente de la música de Magma. Con el correr del tiempo, expandio su sonido en un sentido mas amplio y con influencias más extremas mediante la integración de nuevos miembros procedentes de diversos estilos musicales, incluso del metal (con Thomas Bourgenot - guitarrista de  VAK hasta 2016, y Joël Crouzet, ADHARA), a la música de rock experimental (con Alexandre Michaan, MARPL, MUR) y hasta incluso la música clásica (con Juliette Drigny - flautista de VAK hasta 2016). Después de dos EP de producción propia, registrados entre 2012 y 2014, posteriormente reeditados por el sello Soleil Zeuhl en 2015, marcados por la construccion de una identidad progresiva y aun todavía muy influenciados por una afinidad muy cercana al "zeuhl", VAK evoluciona a un rock progresivo sensiblemente mas experimental y mas singular, manteniendo un interes cruzado por otras esferas progresivas como el movimiento RIO (Rock in opposition). Entre 2015 y 2017, la banda trabaja en una nueva obra, reuniendo sus diversas influencias estilísticas en largas composiciones que se convertirán n 2018 en su primer álbum, Budo. 
Con este disco, la banda se convierte en un cuarteto, ocasionalmente mejorado por instrumentos invitados (como guitarras o flautas, que habían estado presentes de manera más sistemática hasta Aedividea).
La música de VAK se centra ahora en la fusión de un progresivo frenético y rock en bruto y más géneros de música alternativa o atmosférica, explorando caminos entre los experimentos de rock de los años 70 y las vanguardias musicales actuales.

Miembros

Vladimir Mejstelman / Drums
Joel Crouzet / Bass
Alex Michaan / Teclados  
Aurélie Saintecroix / Voz

Antiguos miembros del disco 'Aedividea' (septiembre de 2015, Solei Zeuhl): Juliette Drigny / Flauta Thomas Bourgenot / Guitarras Franck Varnava / Bajo 

 

 

 


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